Hola, soy Pamela

Nací en Santiago, pero me llevaron a vivir al mar cuando tenía un mes de vida. Crecí en distintas casas y ciudades y estuve rodeada desde muy pequeña de personas de distintas partes del mundo, fruto del trabajo de mi papá sismólogo. Así que el mar, la tierra y sus movimientos se constituyeron en una base relevante en mí. Mi mamá fue enfermera, y luego se dedicó a nosotros como si se tratase del más importante trabajo en la vida. Ambos murieron hace varios años, así que ya no los tengo cerca. Tengo en mí una herencia de aventura y exploración, pero también de refugio y asentamiento casero. 

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Empecé  a trabajar el año 1999, soy psicóloga clínica de adultos. Mi trabajo me ha llenado el alma y me ha cambiado en infinitos sentidos, es claramente mi vocación más arraigada. Algunas veces digo “mis pacientes”… y me complica llamarlos de esa forma -porque no son una propiedad y porque no soy médico-, sin embargo decirlo así es como decir “mi tesoro” (mi lugar, mi casa, mi vida, mi profesión). Son parte de un lugar muy profundo en mí, forman algo así como un baúl lleno de experiencias inspiradoras, conmovedoras y deslumbrantes. Ha sido una experiencia mayoritariamente silenciosa, y lo que he descubierto y aprendido es lo que me gustaría compartir.

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Es algo parecido a lo que he recorrido como madre. He sido mamá desde hace veintiocho años, y me siento feliz de haber tenido esa posibilidad, un  regalo. Tengo dos hijos vivos y una hija que ya no está.  Con cada uno de ellos he aprendido y gozado dimensiones distintas, y claramente me han ayudado a convertirme en una mejor persona.

 

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